sábado, 30 de enero de 2010

RECUERDOS DE MI VIGO Y MI JUVENTUD


AL CAPONE

EL CAPO QUE NUNCA SE ESTRENÓ

EN MI CIUDAD



Aquella tarde, como tantas, en la fila de nuestro cine, aquel cine inmensamente largo, frío y deliciosamente oscuro. Aquellas tardes, como tantas otras, disfrutando de la espera, con los ojos fijos puestos en la niña de nuestros sueños. Aquellas tardes lluviosas de invierno esperando a las cinco, para que aquella taquillera, de rubios rizos y rojos labios a la que nuca pude ver sus ojos, nos diera la entrada a nuestros sueños y poder ver a nuestros héroes.

Eran aquellas tardes de cine, por aquellos cines de nuestro Vigo, los cines de mi juventud y que el brazo asesino del progreso ha ido ejecutando poco a poco y sin piedad.

El Cine Niza, el Radio, el Vigo... y hace poco el Ronsel, hermoso edificio al que de noche y sin avisar lo han destruido, dejando huérfano a una ciudad, cada vez más huérfana, que deja paso a moles insensibles, incapaces de levantar ni la más mínima sensación. Sensaciones que en ti, Ronsel, me hiciste pasar muchas tardes, miedo, risa, nostalgia, alegría, pena...

Aquella tarde de sábado, como muchas otras, mientras esperábamos a entrar en el Niza, observábamos los carteles que anunciaban el estreno próximo. Aquel último sábado, sin saberlo, veríamos por última vez los grandes cortinajes, pasaríamos por sus largísimos pasillos y nos daríamos, por última vez, aquellos intensos besos en los butacones de atrás. Anunciaban la próxima película: AL CAPONE. Permanecería muchos meses en los carteles, tras las negras verjas que permitían que entrase únicamente el polvo y los papeles que, día tras día, ensuciaban mi viejo cine y que fueron los últimos acompañantes en su lecho de muerte.

Después, nuestro cine, se convertiría en un hotel, y como un homenaje póstumo conservaría su nombre, “Niza”. Allí también viví alguna historia de amor, pero eso fue mucho después y apenas me acuerdo.

Al Capone nunca se estrenaría en Vigo, (otros capos, menos famosos y sin ser estrellas, lo harían de forma dramática y sin piedad con la juventud de mi ciudad).

Recuerdo aquellos paseos por el Castro “libre”, aquellos bancos “reservados” cada tarde de domingo, aquellas parejas acurrucadas sobre la fresca hierva, las carreras cuesta abajo, sin poder dominar las piernas y que casi siempre, con mucho arte, acababan en un profundo abrazo junto a cualquier seto, con la inocencia y frescura de aquellos maravillosos años.

Aquellos guateques en la casa del amigo, con el tocadiscos de maleta, aquellas tardes de sábado en los que la niña de mi vida me declaraba que era su mejor amigo, mientras ella se abrazaba al nuevo que acababa de entrar en nuestras vidas. Como en casi todos los guateques, a todos nos ha pasado alguna vez “encargarnos de la música”, bueno... alguien tenía que hacerlo.

Las aguas frías de la playa de Samil... sobre todo en Fin de Año, que con unas botellas de cava o sidra, celebrábamos en torno a una hoguera la llegada de un nuevo año, y uno más que nos hiciera más “libres”, sin saber que aquella libertad que buscábamos no la hallaríamos con la edad, al contrario, al crecer, al hacernos mayores, fuimos cada vez más esclavos, con otras cadenas muy distintas, pero mucho más fuertes.

Cuando por primera vez le di la mano, fue, como no podía ser de otra manera, en uno de mis cines, no la quise soltar, temiendo que la perdería le agarré tan firme como dulce. Así estuvimos durante toda la película, hasta que al final, con las primeras luces, nos soltamos despacio, con nuestras palmas sudorosas, tal vez por la tensión, tal vez...

¡Ay amigo mío¡ qué como yo, el tiempo te está cambiando, que si a mí me salen las blancas canas, tus fachadas son cada vez más negras; que si a mí el tiempo me dobla, tus maderas se pudren, tus cúpulas se rinden, anidando en ellas las palomas que en otros años embellecían tus parques. ¡Ay amigo mío¡ que los rincones más bellos de tu cuerpo, los interiores más poéticos, han dejado paso a frías estancias de vida tan sólo matinal y sonidos metálicos.

Gracias, gracias por haberme permitido conocerte, (como dice la canción), aunque tu nunca me hallas querido, gracias por las miles de cosas que yo siento cuando pienso en ti, gracias por las horas que juntos pasamos en soledad y en silencio cuando intentaba conocerte. Gracias Vigo, porque eres el recuerdo de mi juventud, de lo mejor que hay en mi, padrino incesante de mi vida.





Manuel Picón Sánchez

2 comentarios:

  1. Son unos bonitos recuerdos de los cines de tu Ciudad, los que van desapareciendo de todas las Ciudades en ara de la modernidad.
    Un abrazo

    Pilar

    ResponderEliminar
  2. Los que ya llevamos varias décadas de existencia a nuestras espaldas, hemos observado como aquella modernidad que tanto nos interesaba y que tanto progreso nos ha traído, también nos ha deshumanizado y sobre todo, nos ha hecho perder esas cosas que antes hacíamos y que ahora, con los años y con una escala de valores distinta ya no podemos realizar.
    De todas formas, la nostalgia es un sentimiento que se agudiza a medida que vamos cumpliendo años y que, generalmente, relacionamos con una memoria cariñosa de nuestra infancia, pero no por que haya sido mejor, sino por que es la nuestra.
    Ten en cuenta, que nuestro pasado es un pedazo de vida que nos sirve para compartir momentos durante el resto de nuestra vida.
    Y es que somos unos “carrozones”, algunos más que otros, y ya empezamos a añorar aquellos momentos que vivimos y que, posiblemente, no volveremos a repetir.
    Un abrazo
    Jorge.

    ResponderEliminar